
1
Nunca había violado y asesinado dentro de un lapso tan corto que las acciones pudieran ser definidas como inmediatas o consecutivas. O una cosa o la otra.
Este último pecado que sumé a mis vicios, fue apañado por el poder supremo que ostentaba al ser guardián de los esclavos. Y seamos sinceros; todo hombre deseó en algún momento de su vida violar a una dama que se le presentara como inalcanzable. Sólo el miedo por ser descubierto y penado frena a la gran mayoría, y en mi situación ser juzgado era imposible.
Creo que un violador-asesino, es decir, alguien que mata a la persona que veja, es un tipo diferente de criminal. Una cosa es sólo matar y otra es sólo violar. La meta del asesino es segar la vida de su victima. La del violador es arrancar placer sexual de un indefenso.
El asesino-violador está motivado por algo parecido a lo que mueve a los conquistadores de vírgenes. A estos los motiva ser los primeros en la vida sexual de una chica, mientras que los violadores-asesinos se empecinan en ser los últimos. Podríamos deducir que un violador-homicida es un criminal egoísta. “A esta me la garcho yo y nadie más”, parecen decir con sus actos.
Ahora estaba a un paso de ser egoísta, ya que sería el último en la larga lista de Eva K. Las sabrosas carnes íntimas de la primera dama serían degustadas por última vez por mí, a la fuerza.
2
A un lado de la cama y apreciando el hermoso culo de mi victima, decidí violarla.
No me llevó mucho tiempo resolverlo. Mis voces interiores clamaron por amplia mayoría que sería un desperdicio asesinar a esa veterana mutante sin pegarle una buena cepillada.
Así que relamiéndome los labios, me dispuse a utilizar sus cavidades sin consentimiento.
_“Rabito, ¡Atrap!”.
Esta señal indicaba al can atrapar sin matar. La técnica consistía en oprimir levemente entre sus fauces la garganta del espécimen indicado.
Eva despertó sobresaltada pero inmediatamente comprendió la situación. Intentó decir algo, pero no se lo permití.
_“Rabito, ¡Pres!”.
Ahora Rabito presionaba un poco más el cuello de la victima. Eva comprendió que no estaba jugando. Su vida dependía de una simple señal. Esto me excitó aún más. No hay nada que me satisfaga más que verme todopoderoso ante un ser indefenso.
Verifiqué que Rabito la tuviera sometida y apuntando con mi miembro cual estilete a sus partes femeninas, me dispuse a inflingir el mayor daño posible.
3
Me sorprendió y enorgulleció cuanto gritó. Me imaginaba que una mujer que había sido estrella del porno aguantaría más los embates hurgadores. Tal vez Kirchner no la utilizaba tanto y por eso había perdido gran parte de su práctica.
Debo decir que me encantó arrancar lágrimas de sus ojos.
_Que rica putita que resultaste –susurre en su oído para humillarla más-. Esto es por haber abandonado la lucha ambientalista en pos de ser puta de revista -agregué-.
Ella solo atinaba a sollozar, cosa que me enfurecía y excitaba más. Rabito aún la mantenía dominada. Indiqué a mi cánido secuaz que se desplazara hasta un espacio más amplio que quedaba entre la cama y el ropero. Ahí podría asestarle con comodidad la patada de gracia.
Rabito recorrió este trayecto sin soltar a la victima. Esta atinó a gatear mientras daba pequeños gritos de dolor.
Ante mí se encontraba arrodillada la primera dama de la Argentina Mutante, con la mirada al piso, humillada y pidiendo clemencia. Con el rostro totalmente empapado en lágrimas pedía que no la matara.
_“Rabito, ¡Suelt!”.
Rabito soltó a Eva y se alejó. Respiré profundamente y apunté mi rodilla hacia su frente. La patada se disparó automáticamente. Eva cayó de lado, fulminada.
El golpe fue tan potente que arrancó la totalidad del rostro y la parte superior del cráneo. Solo la quijada y la parte anterior de la cabeza se mantuvieron en su sitio. Fue tal la fuerza desplegada que las partes desgarradas rebotaron contra el ropero provocando un sonido seco.
¡¡Qué desastre!! El cadáver tendido sin cara, y el cerebro desparramado por el suelo siendo devorado por Rabito. ¡Qué perro de mierda! ¡Siempre comiendo cualquier cosa! Una vez merendó los excrementos de un bichicome, pero esta vez había caído muy bajo. Estaba degustando el cerebro de una mujer.
_¡Dejá esa mierda Rabito! –orden a la cual no respondió-.
_¡Divorcio! –y el perro cayó como aniquilado al suelo-.
Perro de mierda. ¡Tiene que hacer caso!
¡El cerebro de una mujer puede hacer daño al hígado!
4
La escena era lamentable. Una mujer sin cara, restos de cerebro desperdigados por doquier y un perro gimiendo en el suelo mientras de su boca caían restos de sesos.
Una desprolijidad indigna de un buen asesino. Pero la suerte y la inspiración se encontraban de mi lado. Viendo un pequeño cuchillo que casualmente salía de debajo de la cama y quién sabe había olvidado o perdido, se me ocurrió una brillante idea.
Coloqué a Eva (o lo que quedaba de ella), nuevamente sobre la cama y mediante un pequeño corte en su bajo vientre procedí a retirar los intestinos de la cavidad abdominal. Estos no culminaban de salir nunca. Era como una gran cuerda sin fin. ¡Qué divertido!
Al finalizar, disponía de unos diez metros de intestinos para completar mi obra. Pre-visualicé el objetivo en mi mente y comencé por la parte inferior del cuerpo. Até ambos pies a la altura de los tobillos con el extremo donde comenzaban el intestino delgado.
Serían varias vueltas para cubrir el cuerpo y completar la mortaja intestinal, pero la fuerza que me fluye cuando estoy motivado por una gran obra de arte morbosa, hizo fácil la ardua tarea.
¡Cómo brillaba la mortaja con la luz de la luna! Los intestinos son de un rojorosado casi fluorescente y tienen una propiedad reflectiva que pocos han sabido apreciar.
Luego de unas cincuenta vueltas quedaba solo por envolver el cráneo. Rabito contemplaba la escena ensimismado. Estoy seguro que si le permitía estar a solas por un instante con mi obra, la devoraría gustosamente.
Finalicé por envolver la cabeza, ya a estas alturas con el intestino grueso. Tomé distancia y aprecie la segunda obra de esa sangrienta noche. Era el autor y espectador de una realización única. Nunca nadie antes había sido amortajado con sus propios intestinos.
Pero faltaba un detalle. Tomé el rostro del piso, soplé para quietarle algunas pelusas que se le habían pegado y procedí a colocarlo en su ubicación original. El rostro ahora coronaba el cuerpo cual mascara mortuoria.
Reí alocadamente. Eva pasaría a la posteridad como una especie de momia egipcia conformada por tripas. Una belleza.
La obra estaba completa y por fin descansé aliviado.
5
Ya en mi habitación y habiendo descartado las ropas bañadas en sangre, terminé de quitarme los restos de carne y vísceras que aún tenía adheridos al cuerpo.
¡Había sido un golpe perfecto! Imaginé en la interna de la CIA, cómo recibirían los directores las novedades.
Sobresaltado intenté conciliar el sueño. Cuando saliera el sol, todo se descubriría y la ciudad mutante entraría en estado de pánico y locura. ¿Cómo reaccionarían los dirigentes mutantes? ¿Cómo accionaría el pueblo? ¿A quién culparían? ¿Sería el comienzo de otra guerra?
Yo debería encontrar una oportunidad para escapar de la ciudad en los días siguientes. Era peligroso abandonarla esa noche. La mejor opción era sin dudas estar oculto bajo sus propias narices. Ya habría tiempo de reencontrarme con Rebeca en la ubicación acordada. Si había seguido mis indicaciones, no tendría problemas para hallarla.
Dormí mientras Rabito lamía mis manos, disfrutando los últimos restos de sangre.
6
Varios golpes en la puerta dieron por finalizado mi sueño. Era un guardia personal de Pettinato. El apóstol de Armadiegón solicitaba mi presencia. Ya había amanecido.
Acudí de inmediato. Seguramente se trataba de una reunión por el descubrimiento de los cuerpos de los mandatarios. Pero no. Al ingresar este se encontraba solo.
Luego de pedirme que tomara asiento ingresaron dos seres más a la sala. Un guardia y...
El alma, si es que todavía la tenía, se me fue del espanto. No daba crédito a lo que veía.
¿Pero cómo? ¡¡Está viva!! Pellizqué mis manos por si era una pesadilla de la cual quería imperiosamente despertar. Me auto-apliqué punta pies y hasta oprimí tenazmente un testículo, pero nada. No era un sueño. Era la cruda realidad.
Está vivita y coleando y yo tengo firmada la sentencia de muerte. El crimen perfecto, no existe.
Nunca había violado y asesinado dentro de un lapso tan corto que las acciones pudieran ser definidas como inmediatas o consecutivas. O una cosa o la otra.
Este último pecado que sumé a mis vicios, fue apañado por el poder supremo que ostentaba al ser guardián de los esclavos. Y seamos sinceros; todo hombre deseó en algún momento de su vida violar a una dama que se le presentara como inalcanzable. Sólo el miedo por ser descubierto y penado frena a la gran mayoría, y en mi situación ser juzgado era imposible.
Creo que un violador-asesino, es decir, alguien que mata a la persona que veja, es un tipo diferente de criminal. Una cosa es sólo matar y otra es sólo violar. La meta del asesino es segar la vida de su victima. La del violador es arrancar placer sexual de un indefenso.
El asesino-violador está motivado por algo parecido a lo que mueve a los conquistadores de vírgenes. A estos los motiva ser los primeros en la vida sexual de una chica, mientras que los violadores-asesinos se empecinan en ser los últimos. Podríamos deducir que un violador-homicida es un criminal egoísta. “A esta me la garcho yo y nadie más”, parecen decir con sus actos.
Ahora estaba a un paso de ser egoísta, ya que sería el último en la larga lista de Eva K. Las sabrosas carnes íntimas de la primera dama serían degustadas por última vez por mí, a la fuerza.
2
A un lado de la cama y apreciando el hermoso culo de mi victima, decidí violarla.
No me llevó mucho tiempo resolverlo. Mis voces interiores clamaron por amplia mayoría que sería un desperdicio asesinar a esa veterana mutante sin pegarle una buena cepillada.
Así que relamiéndome los labios, me dispuse a utilizar sus cavidades sin consentimiento.
_“Rabito, ¡Atrap!”.
Esta señal indicaba al can atrapar sin matar. La técnica consistía en oprimir levemente entre sus fauces la garganta del espécimen indicado.
Eva despertó sobresaltada pero inmediatamente comprendió la situación. Intentó decir algo, pero no se lo permití.
_“Rabito, ¡Pres!”.
Ahora Rabito presionaba un poco más el cuello de la victima. Eva comprendió que no estaba jugando. Su vida dependía de una simple señal. Esto me excitó aún más. No hay nada que me satisfaga más que verme todopoderoso ante un ser indefenso.
Verifiqué que Rabito la tuviera sometida y apuntando con mi miembro cual estilete a sus partes femeninas, me dispuse a inflingir el mayor daño posible.
3
Me sorprendió y enorgulleció cuanto gritó. Me imaginaba que una mujer que había sido estrella del porno aguantaría más los embates hurgadores. Tal vez Kirchner no la utilizaba tanto y por eso había perdido gran parte de su práctica.
Debo decir que me encantó arrancar lágrimas de sus ojos.
_Que rica putita que resultaste –susurre en su oído para humillarla más-. Esto es por haber abandonado la lucha ambientalista en pos de ser puta de revista -agregué-.
Ella solo atinaba a sollozar, cosa que me enfurecía y excitaba más. Rabito aún la mantenía dominada. Indiqué a mi cánido secuaz que se desplazara hasta un espacio más amplio que quedaba entre la cama y el ropero. Ahí podría asestarle con comodidad la patada de gracia.
Rabito recorrió este trayecto sin soltar a la victima. Esta atinó a gatear mientras daba pequeños gritos de dolor.
Ante mí se encontraba arrodillada la primera dama de la Argentina Mutante, con la mirada al piso, humillada y pidiendo clemencia. Con el rostro totalmente empapado en lágrimas pedía que no la matara.
_“Rabito, ¡Suelt!”.
Rabito soltó a Eva y se alejó. Respiré profundamente y apunté mi rodilla hacia su frente. La patada se disparó automáticamente. Eva cayó de lado, fulminada.
El golpe fue tan potente que arrancó la totalidad del rostro y la parte superior del cráneo. Solo la quijada y la parte anterior de la cabeza se mantuvieron en su sitio. Fue tal la fuerza desplegada que las partes desgarradas rebotaron contra el ropero provocando un sonido seco.
¡¡Qué desastre!! El cadáver tendido sin cara, y el cerebro desparramado por el suelo siendo devorado por Rabito. ¡Qué perro de mierda! ¡Siempre comiendo cualquier cosa! Una vez merendó los excrementos de un bichicome, pero esta vez había caído muy bajo. Estaba degustando el cerebro de una mujer.
_¡Dejá esa mierda Rabito! –orden a la cual no respondió-.
_¡Divorcio! –y el perro cayó como aniquilado al suelo-.
Perro de mierda. ¡Tiene que hacer caso!
¡El cerebro de una mujer puede hacer daño al hígado!
4
La escena era lamentable. Una mujer sin cara, restos de cerebro desperdigados por doquier y un perro gimiendo en el suelo mientras de su boca caían restos de sesos.
Una desprolijidad indigna de un buen asesino. Pero la suerte y la inspiración se encontraban de mi lado. Viendo un pequeño cuchillo que casualmente salía de debajo de la cama y quién sabe había olvidado o perdido, se me ocurrió una brillante idea.
Coloqué a Eva (o lo que quedaba de ella), nuevamente sobre la cama y mediante un pequeño corte en su bajo vientre procedí a retirar los intestinos de la cavidad abdominal. Estos no culminaban de salir nunca. Era como una gran cuerda sin fin. ¡Qué divertido!
Al finalizar, disponía de unos diez metros de intestinos para completar mi obra. Pre-visualicé el objetivo en mi mente y comencé por la parte inferior del cuerpo. Até ambos pies a la altura de los tobillos con el extremo donde comenzaban el intestino delgado.
Serían varias vueltas para cubrir el cuerpo y completar la mortaja intestinal, pero la fuerza que me fluye cuando estoy motivado por una gran obra de arte morbosa, hizo fácil la ardua tarea.
¡Cómo brillaba la mortaja con la luz de la luna! Los intestinos son de un rojorosado casi fluorescente y tienen una propiedad reflectiva que pocos han sabido apreciar.
Luego de unas cincuenta vueltas quedaba solo por envolver el cráneo. Rabito contemplaba la escena ensimismado. Estoy seguro que si le permitía estar a solas por un instante con mi obra, la devoraría gustosamente.
Finalicé por envolver la cabeza, ya a estas alturas con el intestino grueso. Tomé distancia y aprecie la segunda obra de esa sangrienta noche. Era el autor y espectador de una realización única. Nunca nadie antes había sido amortajado con sus propios intestinos.
Pero faltaba un detalle. Tomé el rostro del piso, soplé para quietarle algunas pelusas que se le habían pegado y procedí a colocarlo en su ubicación original. El rostro ahora coronaba el cuerpo cual mascara mortuoria.
Reí alocadamente. Eva pasaría a la posteridad como una especie de momia egipcia conformada por tripas. Una belleza.
La obra estaba completa y por fin descansé aliviado.
5
Ya en mi habitación y habiendo descartado las ropas bañadas en sangre, terminé de quitarme los restos de carne y vísceras que aún tenía adheridos al cuerpo.
¡Había sido un golpe perfecto! Imaginé en la interna de la CIA, cómo recibirían los directores las novedades.
Sobresaltado intenté conciliar el sueño. Cuando saliera el sol, todo se descubriría y la ciudad mutante entraría en estado de pánico y locura. ¿Cómo reaccionarían los dirigentes mutantes? ¿Cómo accionaría el pueblo? ¿A quién culparían? ¿Sería el comienzo de otra guerra?
Yo debería encontrar una oportunidad para escapar de la ciudad en los días siguientes. Era peligroso abandonarla esa noche. La mejor opción era sin dudas estar oculto bajo sus propias narices. Ya habría tiempo de reencontrarme con Rebeca en la ubicación acordada. Si había seguido mis indicaciones, no tendría problemas para hallarla.
Dormí mientras Rabito lamía mis manos, disfrutando los últimos restos de sangre.
6
Varios golpes en la puerta dieron por finalizado mi sueño. Era un guardia personal de Pettinato. El apóstol de Armadiegón solicitaba mi presencia. Ya había amanecido.
Acudí de inmediato. Seguramente se trataba de una reunión por el descubrimiento de los cuerpos de los mandatarios. Pero no. Al ingresar este se encontraba solo.
Luego de pedirme que tomara asiento ingresaron dos seres más a la sala. Un guardia y...
El alma, si es que todavía la tenía, se me fue del espanto. No daba crédito a lo que veía.
¿Pero cómo? ¡¡Está viva!! Pellizqué mis manos por si era una pesadilla de la cual quería imperiosamente despertar. Me auto-apliqué punta pies y hasta oprimí tenazmente un testículo, pero nada. No era un sueño. Era la cruda realidad.
Está vivita y coleando y yo tengo firmada la sentencia de muerte. El crimen perfecto, no existe.